Mercedes Elizalde presenta sus últimas obras en la galería Espacio Líquido de Gijón, ciudad donde vive y trabaja en la actualidad, y donde ha encontrado ese hueco donde desarrollar su pasión: la pintura.
Es la abstracción el registro artístico sobre el que sustenta su proceso creativo. Se expresa libremente mediante intensos colores trazados de forma espontánea, que crean un aparente circuito ondulante de líneas, aportando dinamismo al lienzo y formas tubulares, por las que parece fluir una savia de la que se nutren sus células creativas.
Su obra nos plantea formas de vida nuevas. Vivimos tiempos convulsos, crisis mundiales, pandemias, acontecimientos todos que requieren de nosotros un esfuerzo de adaptación y que nos animan a vivir de otra manera. Con su pintura la artista abraza la esperanza, la ilusión por ese cambio que será sin lugar a dudas enriquecedor y nos llenará de paz.
Elizalde reconoce que sus composiciones son complejas, que utiliza diferentes recursos plásticos, no solo el pincel, también la superposición de capas de pintura y veladuras. Para ella su pintura es evolución porque el arte es también evolución y compromiso con uno mismo.
Su propuesta estética no deja de ser intimista e introspectiva. En esta etapa de su vida, desarrolla y se comunica con sus creaciones de una manera serena, conectando con su parte más espiritual, intuitiva y emotiva.
Contempla lo natural, lo vivo, ella está muy presente y comparte y agradece mediante sus obras la experiencia de vivir, sin hacerse demasiadas preguntas. Nos dice: “Me conecto con lo real, lo real no habla, cuando pinto no hablo, vivo, hablo de vivir, sin palabras, la experiencia precede a mis palabras. En esta experiencia está mi realidad”
Mercedes, con su constante trabajo, conquista grandes dosis de libertad. Así, al contemplar sus obras, nos da información precisa de su personalidad, como que disfruta creando, invitándonos, además, a atravesar una realidad que creemos infranqueable, dejándonos llevar por su fuerza interior como artista y por su autenticidad como persona, consiguiendo que el espectador se vea invadido de un enorme potencial vitalista.
Natalia Fernández